Sin embargo, 1914 y los años posteriores reservaban crudas realidades a una humanidad satisfecha de sí misma. La primera era la “Gran Guerra”, de 1914-1918, que hizo que los sueños de paz se desvanecieran. Como dijo L’Osservatore Romano, fue “la primera gran carnicería de la historia contemporánea, marcada, entre otros aspectos, por descubrimientos tecnológicos que los grandes científicos de generaciones pasadas creían que estaban destinados a fines pacíficos”. La guerra dejó en ridículo a la ciencia como instrumento en pro de la paz, pues había facilitado medios nunca vistos para la matanza en masa.
La carnicería de la guerra dio paso a otra gran mortandad: la gripe española de 1918-1919, que se cobró más de veinte millones de vidas, superando incluso las funestas cifras de la Gran Guerra. Se tomaron medidas radicales. En algunas naciones era un delito propagar la enfermedad, llegándose al extremo de detener a una persona por un simple estornudo en público. Todo fue en vano. La epidemia barrió como un ciclón, sin nada que la detuviera, hasta que al fin remitió por sí misma. Pueblos enteros desaparecieron, y los depósitos de cadáveres estaban atestados.
La era de cambio que abrió 1914 dejó a la humanidad aturdida. Sus ilusiones de vencer la guerra y las enfermedades, así como sus sueños de conseguir paz mundial gracias a la sabiduría humana, quedaron reducidos a tristes cenizas. Solo después que la situación continuó degenerando, de modo que la Gran Guerra pasó a llamarse la I Guerra Mundial al verse minimizada por su descomunal sucesora, la II Guerra Mundial, a la que siguió el crecimiento epidémico de las enfermedades, la pobreza, el hambre y el delito por todo el orbe, llegaron a admitir los historiadores que el año 1914 había sido crucial en la historia del hombre.
No obstante, a diferencia de la gran mayoría, los Estudiantes Internacionales de la Biblia (nombre que entonces recibían los testigos de Jehová) esperaban antes de 1914 que este fuera un año trascendental. Desde aquella fecha, a los testigos de Jehová no les ha sorprendido ver cómo ha degenerado el mundo hasta llegar a esta insoluble paralización. Las profecías bíblicas les han ayudado a esperar estos acontecimientos e incluso a ver en el futuro un glorioso tiempo de esperanza.
