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jueves, 31 de julio de 2014

¡Las heridas de Hiroshima han desaparecido!

Según lo relató Taeko Enomoto, de la ciudad de Hiroshima

UN DESCONOCIDO llegó a nuestra casa con una camisa quemada y hecha jirones que había llevado puesta un muchacho de edad escolar. Lo único que quedaba de la camisa era el cuello junto con la parte superior de esta. Pero todavía se podía leer claramente en el frente de la camisa el nombre Miyakawa Shiro. Aquella era la camisa de mi hermano.

La mañana del 6 de agosto de 1945, como de costumbre, me fui a trabajar. Como muchacha típica de 19 años de edad, me había contagiado de la fiebre patriótica que dominaba al país en aquel tiempo y me había unido al Cuerpo de Mujeres Voluntarias. Mi hermano, quien todavía era de edad escolar, había ido al centro de la ciudad para trabajar. Mi padre había muerto peleando en Manchuria. Por esto mi madre quedó sola en casa.

Temprano aquella mañana se habían divisado unos aviones militares enemigos cerca de Hiroshima, y se habían dado toques de alarma tocante a un ataque aéreo. Mientras terminábamos nuestros ejercicios militares y estábamos a punto de entrar en el edificio, una tremenda explosión estremeció la zona. Todo cuanto había delante de mis ojos se puso completamente rojo. El calor procedente del estallido me dio la sensación de que había caído dentro de un horno caliente... en ese momento quedé inconsciente.

Tan pronto recobré el conocimiento, pensé en mi familia. Aunque era pleno día, el velo de partículas radiactivas producido por la bomba hacía que las cosas parecieran horripilantes. Pronto comenzó a caer una lluvia de partículas negras como el hollín, y continuó cayendo por casi dos horas. Lo que vi de camino a casa fue espantoso.

Había personas a quienes les chorreaba sangre del cuello y otras que se cubrían los ojos con las manos mientras les fluía sangre entre los dedos. Vi a muchas que tenían el cuerpo entero rojo como una brasa. A algunas les colgaba de las puntas de los dedos la piel de las manos y los brazos, mientras que otras arrastraban la piel que se les había desprendido de las piernas. Había personas que tenían el cabello rizado y de punta.

Cuando llegué a casa, hallé el entero vecindario, incluso nuestra casa, aplanado por el estallido. ¡Qué alegre me sentí de encontrar a mi madre todavía viva, aunque estaba gravemente herida por los fragmentos de vidrio que habían salido volando! Pero ¿qué le había ocurrido a mi hermano? Decidimos esperar hasta la madrugada del día siguiente antes de ir a la ciudad a buscarlo.

La búsqueda para hallar a mi hermano
Al ver la ciudad el día siguiente me di cuenta de que aquello no había sido sencillamente otro ataque aéreo. Aquella bomba había sido grande. La devastación no tenía precedente.

A lo largo del puente que conducía a la ciudad estaban amontonados los cuerpos carbonizados de los que habían muerto, lo cual dejaba solo un pasaje estrecho en el centro. A veces oía gemidos que provenían de entre los cuerpos amontonados, y de vez en cuando había movimientos repentinos entre ellos. Sin pensar, me acercaba de prisa para ver si era mi hermano. Pero todos estaban tan quemados e hinchados que era difícil saber quiénes eran. Cuando llegaba a los diferentes centros encargados de ayudar a las víctimas a establecerse en otros lugares, yo gritaba el nombre de mi hermano, pero él no aparecía.

Después de dos o tres días, la gente comenzó a preparar listas de los difuntos. Los soldados reunían los cuerpos carbonizados, les echaban gasolina y los incineraban. Se podía hacer muy poco a favor de los heridos y los moribundos. Se les daba un poco de agua y una ración diaria de una bola de arroz. No había ni equipo ni tratamiento médico para ellos.

Dentro de unos días, el cabello de la gente empezó a caerse. Se veían moscas y gusanos moverse en las heridas abiertas de los que estaban demasiado débiles para limpiarlas. El hedor de los cadáveres ardientes y las heridas desatendidas viciaban el aire. Pronto, aparentemente sin ninguna razón, los que estaban lo suficientemente saludables como para cuidar de los heridos empezaron a morir, uno a uno. Evidentemente habían sucumbido a los efectos de la radiación. Yo también comencé a experimentar diarrea, debilidad y trastornos nerviosos.

Después de una búsqueda de casi dos meses, finalmente me enteré de lo que le había ocurrido a mi hermano. El desconocido que mencioné antes vino a vernos. Nos explicó que había dado agua a un muchacho que estaba gravemente quemado y ciego por la bomba. Cuando finalmente murió mi hermano, esta persona fue lo suficientemente amable como para quitarle la camisa y tomarse la molestia de buscarnos y traérnosla.

El efecto que todo eso tuvo en mí, una muchacha de 19 años de edad, fue traumático. Perdí la fortaleza para pensar en cosa alguna. También perdí todo sentido de temor. Sencillamente lloré y lloré. Cada vez que cerraba los ojos, veía a las víctimas, que tenían miradas perdidas en el rostro, vagar a la deriva en la penumbra. ¡Cuánto detestaba la guerra!

Odiaba a los estadounidenses por dejar caer la bomba, y odiaba a los líderes japoneses por permitir que la guerra llegara hasta ese extremo.

Hallé algo mejor

Durante los siguientes diez años me casé y con el tiempo tuve tres hijos. Pero mi corazón continuaba ardiendo de odio. Aunque quería desesperadamente deshacerme de aquellos sentimientos, me preguntaba cómo podría yo olvidar alguna vez todo aquello.

Probé diferentes grupos religiosos y me uní a la religión Seicho No Ie, pues ellos parecían ser los más amorosos y generosos. Pero no pudieron darme respuestas satisfacientes. Cuando preguntaba por qué tuvo que morir mi hermano, solamente decían: “Las personas que hacen cosas buenas mueren jóvenes. Ese era su destino”.

Luego nos mudamos a Tokio. Cierto día, un testigo de Jehová tocó a mi puerta. Me habló acerca del Reino de Dios y me leyó de la Biblia algo acerca de personas que batirían sus espadas en rejas de arado (Isaías 2:4).

Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra (Isaías 2:4)

Me impresionó su bondad y su conocimiento de la Biblia, y acepté de él dos revistas. Más tarde me enteré de que él también había perdido a la mayor parte de su familia en el estallido de la bomba de Hiroshima. Él hizo arreglos para que una señora me visitara.

La señora vino muchas veces, siempre con una sonrisa afectuosa. Pero yo todavía sentía amargura e indiferencia. Aunque escuchaba su mensaje de la Biblia, sencillamente no podía creer que pudiera haber algún poder salvador en una religión de un país que había ocasionado la desgracia de aquel día en Hiroshima. Pero había algo en ella que me hacía seguir escuchando.

“¿Cree usted —le pregunté un día— que es posible que alguien como yo, cuyo corazón está lleno de odio, llegue a ser una persona cariñosa como usted?”
“Sí, es posible”, contestó ella con confianza. “Yo llegué a ser de la manera que soy después de estudiar la Biblia”, explicó ella.


De modo que comencé un estudio sistemático de la Biblia usando el folleto titulado “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas”. En el estudio aprendí que las acciones de las naciones llamadas cristianas no concordaban con el cristianismo que se enseña en la Biblia, y que la cristiandad, también, se encara al juicio de Dios.

Mi entusiasmo aumentaba a medida que seguía estudiando. Llegué a comprender por qué ha permitido Dios la iniquidad hasta ahora y que solo el Reino de Dios tiene el poder de librar a la humanidad del sufrimiento. También me conmovió profundamente el amor que Jesucristo mostró al dar su vida en un madero de tormento para el provecho de toda persona. Poco a poco el mensaje bíblico cambió mis sentimientos, y pronto desapareció el odio que había en mi corazón. En su lugar sentí amor afectuoso hacia otros y un fuerte deseo de hablarles acerca del Reino de Dios.

Comencé a asistir con regularidad a las reuniones celebradas en el Salón del Reino y fui bautizada en junio de 1964. Por siete años desde entonces, pude ser precursora (ministra de tiempo completo de los testigos de Jehová) y disfruté del privilegio de ayudar a 12 personas a llegar a conocer al único Dios verdadero, Jehová.

Pongo en práctica mi experiencia
Ahora mi esposo y yo hemos regresado a Hiroshima. Aquí todavía encuentro a muchas personas que, al igual que yo, recuerdan la bomba. Habiendo pasado por la misma experiencia que ellos, puedo ayudarles a ver que la única esperanza verdadera de un mundo sin más guerra radica en el mensaje bíblico de la venida de la gobernación del Reino mediante Cristo Jesús.

Hoy día en Hiroshima casi han desaparecido las cicatrices del estallido de la bomba. Pero más importante aún, he podido deshacerme de las heridas y el odio que llevé en mi corazón por muchos años y los he reemplazado con esperanza y amor. Ahora anhelo ver el tiempo en que Dios resucitará a todos aquellos a quienes él recuerda con afecto. Mi deseo es compartir el gozo incomparable que tengo ahora con las muchas personas que murieron en Hiroshima hace casi 70 años... incluso mi querido hermano menor.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1985. Para complementar lea la revista "La Atalaya" con el tema de portada ¿Por qué hay tanto sufrimiento?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

miércoles, 30 de julio de 2014

Hiroshima... ¿ha sido en vano la lección?

LA GENTE del Japón lloraba mientras permanecía cerca de sus receptores de radio aquel mediodía del 15 de agosto de 1945. Escuchaba la voz de su emperador: “Es según los dictados del tiempo y el destino que Nosotros hemos decidido preparar el terreno para una grandiosa paz para todas las generaciones por venir al aguantar lo insoportable y sufrir lo que es insufrible”.

Apenas había transcurrido una semana desde que el pueblo japonés había oído que cierto tipo de bomba nuevo había devastado a Hiroshima y a Nagasaki. Ahora se le dijo que la guerra en el Pacífico había terminado... y ellos habían perdido. Había lágrimas de tristeza, pero también lágrimas de alivio.

La guerra había costado muchísimo. La gente estaba agotada física y emocionalmente; el país, asolado. Más de tres millones de japoneses habían muerto en la guerra, y 15.000.000 habían quedado sin hogar. Noventa ciudades principales habían sido bombardeadas repetidas veces, y dos millones y medio de edificios y hogares habían sido destruidos. Tokio había sido reducida a montones de cenizas y escombros; su población, diezmada por la guerra. Esa fue la tragedia de la derrota... un momento sombrío en la historia de aquella nación.

Esfuerzos por renunciar a la guerra
En medio de las ruinas de la derrota, es fácil ver que la guerra es inútil, un desperdicio de vidas humanas y bienes preciados. Así que, inmediatamente después de la guerra, el Japón volvió a redactar su constitución de acuerdo con principios democráticos y renunció a la guerra para siempre. El artículo 9 de la nueva constitución dice:

“Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o el empleo de la fuerza como medio de resolver conflictos internacionales.
”A fin de lograr el objetivo del párrafo precedente, las fuerzas terrestres, marítimas y aéreas, así como otro potencial bélico, nunca serán mantenidas. El derecho de beligerancia del Estado no será reconocido”.

En vista de esa denodada y noble declaración, parecería que el Japón había aprendido una lección. El pueblo japonés ciertamente tiene una fuerte aversión a la guerra y un temor, en particular, a la guerra nuclear. El país ha adoptado una norma de tres aspectos con relación a las armas nucleares: no fabricarlas, poseerlas ni permitirlas en el país. Cada año, centenares de miles de japoneses se reúnen a través del país para organizar manifestaciones de protesta contra las armas nucleares. Las armas nucleares nunca deberían utilizarse de nuevo... ¡en ningún sitio!

Una asombrosa rehabilitación... ¿de qué?
Ahora a casi 70 años después de lo ocurrido en Hiroshima, el contraste de la esplendorosa opulencia del Japón del día moderno es casi increíble. Sin la carga de gastos militares, el Japón ha podido dedicar sus recursos a la reconstrucción de sí mismo. Hoy hay hermosos hogares y rascacielos con acondicionadores de aire donde una vez estaba todo en ruinas. Automóviles lustrosos, personas bien vestidas y restaurantes caros contrastan con la pobreza y el sufrimiento de los años siguientes de la posguerra.

Las tiendas están bien surtidas con todo tipo de artículos lujosos, y las fábricas están produciendo a raudales un sin fin de productos para el uso doméstico y para la exportación. Sí, el Japón se ha convertido en una de las naciones más prósperas del mundo.

Pero ¿qué ha traído consigo la prosperidad material? ¿Ha borrado de la mente de la gente el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki la seguridad económica? ¿Ha desaparecido el aborrecimiento de la guerra junto con las cicatrices de la guerra?
Encuestas recientes indican que, aunque el pueblo japonés todavía quiere que su gobierno permanezca sin poder nuclear, hay pesimismo en cuanto al futuro. La mitad de los entrevistados temen que pudiera haber una guerra nuclear. ¿Por qué teme esto la gente? Bueno, considere los desenvolvimientos progresivos.

Después de la guerra se estableció una Reserva Policíaca Nacional de 70.000 soldados de infantería armados. Más tarde, estas fuerzas se ampliaron a 250.000 hombres, agrupados en un pequeño ejército, marina y fuerza aérea, y se les llamó jieitai, o Fuerzas de Defensa Propia. Con todo, el presupuesto militar del Japón era meramente 1 por 100 de su producto nacional bruto. Pero con el aumento de las tensiones en muchas partes del mundo, el Japón está siendo aguijoneado para ensanchar su capacidad y sus gastos de defensa.

El primer ministro Nakasone declaró su intención de convertir el Japón en “un gran portaaviones”. A pesar de la opinión pública, se hicieron planes para aumentar los gastos de defensa hasta 7 por 100 en 1985. Y —según el periódico The Daily Yomiuri— el Japón se ha comprometido a llevar a cabo un plan quinquenal (1986-1990) de aumento sistemático y continuo de los medios de defensa... en soldados, buques de guerra, submarinos y aviones.

No solo se ven cambios en la política del gobierno, sino también en la actitud de la gente para con la guerra. En 1970, uno de los disturbios políticos más traumáticos de la historia del Japón se desencadenó cuando se renovó el tratado de seguridad militar posbélico... por el cual los Estados Unidos suministrarían protección en tiempo de crisis a cambio del establecimiento de bases militares en el Japón. Sin embargo, cuando el tratado se renovó de nuevo en 1980, no hubo siquiera una manifestación importante de protesta.

El hecho es que hoy día en el Japón pocas personas menores de 80 años de edad recuerdan la guerra, o les interesa hablar de ella. Algunos ven en la cuidadosa redacción revisada de libros de texto para niños de edad escolar el esfuerzo de eliminar completamente hechos importantes que llevaron a aquella terrible guerra.

Tal como las olas eliminan poco a poco las pisadas en una playa arenosa, así las condiciones mundiales cambiantes afectan los puntos de vista políticos de la gente. Algunas preguntas importantes que hay en la mente de muchos son: ¿Qué haría el Japón precisamente en una emergencia futura? ¿Entraría el Japón en guerra de nuevo si la razón pareciera correcta? ¿Ha sido en vano la lección de lo ocurrido en Hiroshima?

Solo el tiempo dirá qué derrotero seguirá la nación en conjunto. Pero muchas personas del Japón ya han tomado una decisión personal al respecto. Una de ellas estaba en la cárcel de Hiroshima en el mismísimo momento en que estalló la bomba atómica, pero sobrevivió a aquella destrucción en una de las celdas profundas de la cárcel. Él no estaba en la cárcel por haber cometido algún delito. Más bien, se oponía por conciencia a participar en la guerra. Era testigo de Jehová.

Mediante un estudio de la Biblia, él había aceptado el punto de vista de Dios tocante a las guerras peleadas por los hombres y había aprendido que el Reino de Dios es el único medio por el cual puede lograrse verdadera paz.

Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra (Isaías 2:4)

Y en los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos (Daniel 2:44.)


Debido a predicar este mensaje por amor a Dios y a su semejante, se le encarceló allí. Hoy hay más de 100.000 personas como él en el Japón, que están ocupadas predicando “estas buenas nuevas del reino” (Mateo 24:14). Muchas de ellas han pasado personalmente por los horrores de Hiroshima y Nagasaki. Cómo permitió una de ellas que aquella experiencia extraordinaria la moviera a buscar algo mejor —y lo que ella halló— es una historia que le invitamos a leer en el siguiente artículo.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1985. (Nota: se actualizo el curso de los años desde 1945 al presente 2014). Recomiendo el artículo ¿Se puede confiar en las noticias?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

martes, 29 de julio de 2014

Hiroshima... una experiencia inolvidable

POR años ha sucedido lo mismo. Exactamente a las 8.15 de la mañana, un silencio cae sobre la multitud reunida en el Parque de la Paz, en Hiroshima. La multitud guarda un minuto de silencio en memoria de aquel momento catastrófico de hace 40 años. El 6 de agosto de 1945, una bomba atómica explotó sobre Hiroshima, Japón. En un instante, la ciudad quedó devastada y unas 80.000 personas perdieron la vida. Tres días después, otra bomba atómica destruyó la ciudad de Nagasaki y mató a unas 73.000 personas.

De todas partes del mundo, millares de personas vienen regularmente a conmemorar ese acontecimiento trascendental. Además de los acostumbrados desfiles, oraciones, servicios de conmemoración, y así por el estilo, hay acontecimientos especiales como la Conferencia Mundial de Alcaldes por la Paz mediante la Solidaridad entre las Ciudades... una reunión de los alcaldes de veintenas de ciudades del Japón y de alrededor del mundo.

Sobrevivientes cuentan su historia
Se han empleado grandes cantidades de papel para registrar las desgarradoras historias de los que sobrevivieron a las bombas. Aunque la mayoría de los sobrevivientes son ahora de mediana edad, todavía tienen vívidos recuerdos de “aquel día”. He aquí sus historias

Nobuyo Fukushima, quien recuerda bien su experiencia durante el estallido de la bomba en Hiroshima, relata: “Estaba limpiando las escaleras de mi casa cuando repentinamente un brillante destello y una terrible explosión me dejaron inconsciente. Cuando recobré el conocimiento, podía oír a mi madre que gritaba pidiendo ayuda. La casa estaba en ruinas. Creí que había ocurrido un terremoto. Cuando nos abrimos paso y salimos de la casa rumbo a la orilla del río, vi a muchos niños y a sus padres con la ropa reducida a jirones y pegada a la piel. No podía entender por qué tenían quemaduras tan graves.

”Cuando llegamos al hospital, este estaba atestado de gente. La cabeza y el rostro de muchas personas estaban cubiertos de sangre, mientras que otras tenían carne quemada que les colgaba en tiras. El cabello de algunas de ellas, chamuscado por el calor, estaba erizado. Otras, que tenían fragmentos de madera y de vidrio incrustados en el cuerpo, gemían profundamente. Tenían el rostro tan hinchado que era difícil distinguir entre una persona y otra. Todas parecían estar suplicando que se les diera agua, pero para cuando se les llevaba el agua, muchas ya no respiraban. Mi madre también murió tres meses después por los efectos de la bomba.

”La ciudad había llegado a ser un gran campo quemado completamente, donde solo aquí y allá entre las cenizas quedaba en pie una pared de hormigón que se desmoronaba. Por las noches había fuegos a la orilla del río donde se incineraba a los muertos. Recuerdo vívidamente el resplandor rojizo de las llamas y el horrible olor de los cuerpos quemándose, como si se estuviera asando a la parrilla pescado grasiento. Todavía me estremezco y me acongojo cuando pienso en ello”.

Tomiji Hironaka fue uno de los soldados enviados a Hiroshima inmediatamente después del estallido de la bomba para sacar a cualesquier sobrevivientes de la cárcel de allí. Aunque había sido militar por muchos años, lo que vio en Hiroshima hizo que él viera claramente el horror de la guerra.

“La carretera estaba repleta de camiones cargados de heridos. Las personas que todavía podían caminar se tambaleaban a lo largo de la orilla de la carretera. Muchas estaban casi desnudas, salvo en las partes donde trozos de tela se habían quemado y se habían adherido a la piel. Por todas partes había cadáveres amontonados, con la piel de un rojo vivo.

Las orillas del río estaban atestadas de gente que trataba de aliviar el dolor de sus quemaduras. Entre ellas vi a una madre, llena de quemaduras rojas, sujetando a su bebé, también gravemente quemado, y tratando lastimosamente de amamantarlo.

Recuerdo bien el intenso sentimiento que tuve entonces. ‘¡Detesto la guerra! ¡Detesto la guerra!’ No obstante, había participado en matar, y me preguntaba: ‘¿Qué clase de conciencia tengo?’. Estaba muy consciente de mi culpa por derramamiento de sangre.”

Munehide Yanagi, un muchacho de 14 años de edad en aquel tiempo, sobrevivió milagrosamente al estallido de la bomba en Nagasaki. Estaba a solo 980 metros (3.200 pies) del lugar donde estalló la bomba. “Yo formaba parte del arreglo de movilización estudiantil que estaba asignado a construir refugios antiaéreos”, explica él.

“Mientras estábamos trabajando, oí el zumbido de un avión grande que sonaba como un fuerte estruendo. Precisamente cuando me preguntaba si era un avión estadounidense, oí el grito: ‘¡Tekki!’ [‘¡Avión enemigo!’]. Soltamos las cosas que habíamos estado cargando y corrimos con todas nuestras fuerzas hacia el refugio.

”En el momento en que llegué a la barrera de hormigón enfrente del refugio antiaéreo, hubo un inmenso destello de luz azul blancuzca y una tremenda explosión que me lanzó inconsciente a la parte de atrás del refugio. Lo próximo que supe fue que me despertaron los gritos angustiosos de ‘¡Aigo! ¡Aigo!’ [una expresión coreana que indica profunda emoción]. Los gritos provenían de alguien que tenía el rostro tiznado por el humo y estaba tan gravemente quemado que era difícil saber si era hombre o mujer.

”Afuera se sentía como una hoguera. Vi a uno de mis condiscípulos que estaba gravemente quemado. Su ropa había quedado hecha jirones, y se le desprendía la piel. Una muchacha que había estado trabajando conmigo se había desplomado en la carretera... había perdido la parte inferior de las piernas y suplicaba que le dieran agua. Yo no sabía dónde conseguir agua, pero hice cuanto pude por animarla.

”El fuego asoló la ciudad. Vi postes telefónicos consumidos que se estrellaban contra la calle, un tren ardiendo en las vías, y un caballo convulsionando debido al calor. El fuego incontenible me obligó a meterme en el río. Tenía calor y estaba asustado. De algún modo llegué a casa.” Más tarde, las encías de Munehide empezaron a sangrar y él comenzó a padecer de diarrea. Incluso ahora tiene hepatitis crónica. Pero se considera afortunado en comparación con muchos a quienes él vio aquel día.

Una lección para todos


La experiencia de las explosiones de bombas atómicas ciertamente dejaron una cicatriz profunda en la mente y la conciencia de muchas personas. Hasta las que han visto los efectos secundarios de las explosiones han quedado profundamente impresionadas por el horror y la destructividad de la guerra.

Hoy a casi 70 después del acontecimiento, la tensión entre las naciones está aumentando, y las reservas de armas nucleares están creciendo. El temor a una tercera guerra mundial y a una destrucción nuclear se vislumbra muy real. Es comprensible que cada vez más personas por todo el mundo estén instando a todas las naciones y los pueblos a recordar la tragedia de Hiroshima y Nagasaki como una lección para todos.

Pero ¿han acercado el mundo realmente a la verdadera paz algunos de esos esfuerzos? ¿Bastan los horrores de la guerra nuclear —el dolor, el sufrimiento y la destrucción— para hacer que la gente repudie la guerra? En realidad, ¿qué efecto duradero tuvo la tragedia de Hiroshima y Nagasaki en el Japón como nación, en lo que tiene que ver con la búsqueda de paz?

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1985. (Nota: se actualizo el numero de años que han sucedido desde 1945 al presente 2014). Para ampliar lea la revista "La Atalaya" con el tema de portada ¿Es Dios cruel? Ambas distribuidas por los testigos de Jehová.

lunes, 28 de julio de 2014




Nada cambiaría mientras el poder siguiera en manos de una minoría privilegiada


Friedrich Nietzsche

Todo esto he visto, y hubo un aplicar mi corazón a toda obra que se ha hecho bajo el sol, durante el tiempo que el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo

Eclesiastés 8:9


Lo invitamos a leer el tratado ¿Dónde hallar respuestas a las grandes cuestiones de la vida? Distribuido por los testigos de Jehová.


viernes, 25 de julio de 2014

¿Cómo puedo usar mejor el tiempo?

Los jóvenes preguntan

“Un día oí decir en son de broma que si alguien quisiera verme a las cuatro en punto, tendría que citarme a las tres. Eso me hizo ver que debía administrar mejor mi tiempo.” (Ricky)
¿CUÁNTAS horas más te gustaría que tuviera el día? ¿Qué harías con ellas?

□ Andar con mis amigos
□ Dormir
□ Estudiar
□ Hacer ejercicio
□ Esto otro .....

Aunque sería genial contar con más de veinticuatro horas diarias, eso jamás sucederá. Entonces, ¿qué puedes hacer para que te rinda el día? Muchos jóvenes han comprobado que, al administrar su tiempo, han ganado las horas que tanto necesitan. Así, como controlan su horario, han notado que se estresan menos, que sus calificaciones mejoran y que sus padres confían más en ellos. Las siguientes ideas te ayudarán a ti también.

Objetivo: Fijarte un horario
Obstáculo. Tan solo pensar en un horario te hace sentir atado.
No te gusta que tu vida esté cronometrada; crees que las cosas salen mejor cuando no se planean.

Por qué esforzarse. El rey Salomón escribió: “Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja” (Proverbios 21:5). Cuando quizá todavía no cumplía ni los veinte años, Salomón ya era esposo, padre y rey. Así que era un hombre muy ocupado, pero después llevó una vida aún más agitada. De igual modo, aunque tú también ya vives muy ajetreado, tus ocupaciones aumentarán con los años. Por eso conviene que desde ahora aprendas a ser organizado.

Lo que opinan otros jóvenes. “Hace unos seis meses empecé a programar mis actividades diarias. Quería cumplir mejor con mis obligaciones, y lo estoy logrando.” (José)

“A mí me sirve hacer listas. Por ejemplo, cuando se me juntan los compromisos, mi mamá y yo los anotamos en una lista para ver cómo podemos alcanzar nuestros objetivos entre las dos.” (Mariana)

Consejo. Imagínate que vas a viajar en auto con tu familia. Si cada quien arroja su equipaje al maletero, no habrá espacio para todo. En cambio, si primero se mete lo más grande, quedarán suficientes huecos para las cosas pequeñas.

En la vida pasa lo mismo. Cuando la llenas de actividades de poca importancia, te arriesgas a quedarte sin espacio para lo principal. Pero si atiendes primero las cosas más importantes, hallarás bastantes huecos para lo demás (Filipenses 1:10).

Escribe tus responsabilidades primordiales.
Ahora colócalas en orden de prioridad. Recuerda que si las realizas en ese orden, te sobrará tiempo para los asuntos de menos importancia; pero no ganarás nada haciéndolo al revés.

Manos a la obra. Anota en ese orden lo que vayas a hacer, bien en una agenda o en algún otro lado.

□ Teléfono celular
□ Libreta
□ Calendario electrónico
□ Calendario impreso

Objetivo: Ceñirte al horario

Obstáculo. Llegas de la escuela y enciendes la televisión para relajarte solo unos minutos. O piensas estudiar, pero tus amigos te invitan a ver una película que está a punto de empezar. “Estudiaré por la noche —te dices—. Al fin y al cabo, me salen mejor las cosas cuando estoy bajo presión.”

Por qué esforzarse. Es probable que te vaya mejor en los exámenes si estudias cuando tienes la mente despejada. Además, ¿no crees que ya estás bastante presionado como para trasnocharte estudiando? Puede que al otro día te quedes dormido, te pongas nervioso, salgas disparado de casa y llegues tarde a la escuela (Proverbios 6:10, 11).

Lo que opinan otros jóvenes. “Me encanta ver la tele, tocar la guitarra y estar con mis amigos. Aunque esto no es malo, a veces me quita el tiempo y después ando a la carrera.” (Julio)

Consejo. Además de tus obligaciones, incluye en tu horario actividades que disfrutes. “Se me hace más fácil cumplir con mis responsabilidades cuando sé que luego me espera algo divertido”, dice Julio.

Otra idea: ponte una meta a largo plazo y otras intermedias que te ayuden a alcanzarla. José, que tiene 16 años, comenta: “Tengo la meta de dar clases bíblicas a tiempo completo. Por eso sigo un horario que me prepara desde ahora para la vida ocupada que llevaré después”.

Manos a la obra. Escribe una o dos metas realistas que puedas alcanzar en el plazo de seis meses.

Escribe una meta realista que puedas alcanzar dentro de dos años, y lo que tienes que hacer desde ahora.


Objetivo 3: Ser ordenado
Obstáculo. No crees que la limpieza y el orden tengan que ver con el uso del tiempo.
Total, es más fácil dejar el cuarto desordenado. Y si no te molesta, ¿para qué recogerlo hoy? Eso lo puedes hacer si acaso mañana. Después de todo, no es para tanto, ¿o sí?

Por qué esforzarse. Si mantienes tus cosas en orden, ahorrarás tiempo a la hora de buscar lo que necesites y disfrutarás de mayor tranquilidad (1 Corintios 14:40).
Lo que opinan otros jóvenes. “A veces, como no me da tiempo de guardar la ropa, se me pierden las cosas en el desorden.” (Marlene)

“Estuve toda una semana muy preocupado porque no encontraba mi billetera. Por fin la recuperé cuando limpié mi cuarto.” (Pancho)

Consejo. En vez de esperar hasta que se forme un caos, acostúmbrate a guardar las cosas en su lugar tan pronto como puedas. Así te tardarás menos en limpiar y en hallar lo que necesites.

Manos a la obra. Procura crear el hábito de mantener tus cosas en orden y comprueba si esto te ayuda.

Recuerda que pasito a pasito se llega lejos. Empieza desde ahora escribiendo las sugerencias de este artículo que te puedan servir.
Seguiré estas sugerencias durante ..... semana(s) para ver si funcionan.

Para pensar


¿Cuántas horas de sueño necesitas para rendir al máximo?

¿Quién podría ayudarte a programar tu horario?

Si ya sigues un horario, ¿qué cambios deberías hacer?


Los jóvenes de entre 8 y 18 años pasan semanalmente...
17 horas con sus padres
30 horas en la escuela
44 horas con la televisión, Internet, los videojuegos y oyendo música

¿En qué se me va el tiempo?

Anota cuántas horas a la semana pasas
□ viendo la televisión
□ entreteniéndote con videojuegos
□ usando la computadora
□ escuchando música

□ Total
□ Horas que dedicaré a cosas más importantes

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! de Junio del 2009.
Para complementar el tema lea: "¿Soy una persona responsable?"
Ambos editados por los testigos de Jehová.

jueves, 24 de julio de 2014

¿Debería entretenerme con los videojuegos?

Los jóvenes preguntan
NO SON solo una diversión de alta tecnología. Los videojuegos ponen a prueba tus destrezas y combaten el aburrimiento. Pero eso no es todo: también mejoran los reflejos y, según varios estudios, la concentración visual. Algunos incluso pueden ayudarte a mejorar en la lectura y las matemáticas. Además, el último videojuego seguramente es tema de conversación entre tus compañeros de clase, y si lo has jugado, tendrás algo de que hablar con ellos.

Claro, tus padres decidirán si puedes entretenerte con dichos juegos (Colosenses 3:20). Si te lo permiten, hay gran variedad de juegos a tu alcance que son divertidos y, al mismo tiempo, moralmente aceptables. Aun así, ¿por qué debes tener cuidado?

El lado oscuro
Brian, de 16 años, dice: “Los videojuegos son superdivertidos”. Pero, como bien sabrás, no todos son inofensivos. El propio Brian admite: “En algunos puedes hacer cosas que nunca harías en la vida real sin meterte en problemas”. ¿Qué clase de comportamiento fomentan estos juegos?

Muchos promueven descaradamente la inmoralidad, la violencia y el uso de lenguaje obsceno, prácticas que condena la Biblia (Salmo 11:5; Gálatas 5:19-21; Colosenses 3:8). Algunos exaltan el espiritismo. Adrián, de 18 años, dice que hay un juego popular que contiene “peleas entre pandillas, drogas, palabrotas, sexo, violencia extrema y sangre a borbotones”.

Y cada nuevo juego hace que el anterior parezca inocente. James, de 19 años, dice que los más populares se pueden jugar en línea, lo que da a este tipo de entretenimiento una dimensión totalmente nueva.

“Desde tu propia computadora —apunta James— puedes competir con personas del otro lado del planeta.”
Los juegos de rol están muy de moda. En estos, uno puede crear un personaje —humano, animal o una combinación de ambos— que vive en un mundo cibernético poblado de miles de jugadores. Los jugadores pueden enviarse mensajes instantáneos mientras sus avatares, o personajes, interactúan.

¿Qué ocurre en estos mundos virtuales? “Hay gente normal que hace cosas que nunca haría en la vida real, ya sea porque no puede o porque no se atreve”, asegura un periodista. Y después añade: “El sexo y la prostitución están por todas partes”. Con tan solo unos clics, los jugadores pueden hacer que sus personajes participen en actos sexuales mientras que ellos intercambian mensajes instantáneos de carácter erótico.

Además, esos mundos virtuales “están saturados de delitos, mafiosos, proxenetas, extorsionistas, falsificadores y asesinos”, informa la revista New Scientist. Otra revista indica que “se han levantado voces de alarma respecto a ciertas actividades que se considerarían ilegales fuera de la computadora. Por ejemplo, algunos visitan burdeles virtuales donde pueden satisfacer sus fantasías sexuales asumiendo el papel de un violador. Y otros realizan actos sexuales utilizando avatares con la apariencia de niños”.

Tu elección es importante
Quienes se entretienen con esos juegos llenos de violencia e imágenes gráficas de sexo tal vez digan que no causan ningún daño, que son solo juegos. Pero no te dejes engañar; eso no es cierto.

La Biblia dice: “Hasta por sus prácticas el muchacho se da a conocer en cuanto a si su actividad es pura y recta” (Proverbios 20:11). Si acostumbras entretenerte con videojuegos violentos e inmorales, ¿podría decirse que eres puro y recto? Hay muchísimos estudios que demuestran que quienes ven programas violentos se vuelven más agresivos. Y hace poco, New Scientist señaló: “Puesto que son interactivos, los videojuegos influyen más en la gente que la televisión”.

Entretenerse con juegos violentos e inmorales es como jugar con residuos radiactivos. Los efectos dañinos quizá no se vean de inmediato, pero son inevitables. ¿Por qué? La exposición a altas dosis de radiación puede destruir el revestimiento del aparato digestivo y permitir que las bacterias del intestino invadan la corriente sanguínea, lo que causaría una enfermedad.

De igual manera, la exposición a escenas eróticas y violencia atroz puede erosionar tu “sentido moral” y permitir que los deseos carnales dominen tus pensamientos y acciones (Efesios 4:19; Gálatas 6:7, 8).

¿Qué juegos debo escoger?
Si tus padres permiten que te entretengas con cualquier videojuego, ¿cómo puedes saber cuáles seleccionar y cuánto tiempo dedicarles? Plantéate las siguientes preguntas:

¿Ofenderá mi selección a Jehová? La clase de juegos que elijas puede influir en cómo te ve Dios. “Jehová mismo examina al justo así como al inicuo, y Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia.” (Salmo 11:5.) La Biblia afirma respecto a los que practican espiritismo: “Todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová” (Deuteronomio 18:10-12). Si queremos ser amigos de Dios, tenemos que seguir el consejo de Salmo 97:10: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo”.

¿Influirá el juego en mi forma de pensar? Pregúntate: “¿Contribuirá a que se me haga más fácil o, por el contrario, más difícil ‘huir de la fornicación’?” (1 Corintios 6:18). Los juegos que te exponen a imágenes o conversaciones que despiertan el deseo sexual no te ayudarán a concentrarte en cosas justas, castas ni virtuosas (Filipenses 4:8). Amy, de 22 años, reconoce: “Muchos juegos te insensibilizan a la violencia, el lenguaje obsceno, la inmoralidad y cosas así. Eso puede hacer que bajes la guardia en otros aspectos de la vida. Hay que seleccionar los juegos con mucho cuidado”.

¿Cuánto tiempo le dedicaré? Deborah, de 18 años, admite: “No creo que todos los videojuegos sean malos. El problema es que consumen mucho tiempo y hasta pueden ser adictivos”. Eso sucede incluso con los juegos más inocentes. Así que, lleva un registro del tiempo que pasas jugando y compáralo con el tiempo que dedicas a actividades más importantes. De este modo verás si le estás dando prioridad a lo que verdaderamente vale la pena (Efesios 5:15, 16).

La Biblia no exige que te pases la vida estudiando y trabajando. A todos nos recuerda que hay “tiempo de reír” y “tiempo de dar saltos” (Eclesiastés 3:4). Conviene tener en cuenta que la expresión “dar saltos” se refiere tanto a jugar como a participar en actividades físicas. Por consiguiente, ¿por qué no usas parte de tu tiempo libre en actividades que requieran ejercicio físico en vez de tan solo sentarte frente a un monitor?

Elige bien
No hay duda de que los videojuegos pueden ser entretenidos, sobre todo si eres muy bueno. Y ahí está precisamente la razón por la que debes elegir bien. Pregúntate: “¿En qué materias me destaco en la escuela?”. ¿Verdad que suele ser en las que más te gustan? La realidad es que, por lo general, cuanto más disfrutas de una asignatura, mayor es la impresión que causa en ti. Ahora pregúntate: “¿Cuál es mi videojuego favorito? ¿Qué lecciones morales me está enseñando?”.

¿Por qué no escribes un breve resumen de cada juego que te gusta, en el que indiques su objetivo y los métodos que se emplean para alcanzarlo? Para determinar si el juego te conviene, compara el resumen con los principios bíblicos mencionados en este artículo.

En vez de entretenerte con un juego únicamente porque a tus compañeros les gusta, infórmate bien y ten el valor de tomar tu propia decisión. Por encima de todo, obedece este consejo bíblico: “Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor” (Efesios 5:10).

Para pensar
¿Qué dirías si un amigo te invitara a jugar un videojuego violento o inmoral?

¿Cómo puedes asegurarte de que tus videojuegos no interfieran con actividades más importantes?

¿Con qué frecuencia juegas?

□ Casi nunca
□ Una vez por semana
□ Todos los días

Cada vez que te pones a jugar, ¿cuánto tiempo dedicas?
□ Unos minutos
□ Alrededor de una hora
□ Más de dos horas

¿Qué tipo de juegos prefieres?

□ De carreras
□ De deportes
□ De disparos
□ Otros

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! de Enero del 2008.
Para complementar lea el tema:
"¿Qué debo de tomar en cuenta al enviar mensajes de texto?.
Ambos editados por los testigos de Jehová.
A los padres:  Después de leer el artículo sobre los videojuegos, usted tal vez se dio cuenta de que son muy diferentes a los que había en su adolescencia. ¿Cómo puede ayudar a su hijo a reconocer los peligros que encierran y la forma de evitarlos?

 No se lograría mucho condenando todos los juegos o afirmando que son una total pérdida de tiempo. Recuerde que no todos los juegos son malos. Aun así, pueden ser adictivos y consumir mucho tiempo. Así que analice cuánto tiempo pasa su hijo jugando. Fíjese además en la clase de juegos que parecen atraerle. Incluso pudiera hacerle preguntas como estas:

¿Cuál es el juego que más les gusta a tus compañeros de clase?

¿De qué trata?

¿Por qué te parece que es tan popular?

Puede que descubra que su hijo sabe más sobre los videojuegos de lo que usted se imaginaba.
Quizás hasta ha jugado con algunos que usted considera cuestionables. Si ese es el caso, no se alarme. Ahora tiene la oportunidad de ayudar a su hijo a desarrollar sus facultades perceptivas (Hebreos 5:14).
Haga preguntas que ayuden a su hijo a determinar por qué le atraen los juegos que no son muy recomendables. Por ejemplo, pudiera preguntarle:

Te sientes aislado de tus compañeros por que te prohibimos ese juego en particular?

Como se indicaba en la primera página del artículo anterior, los jóvenes tal vez prueben cierto juego para tener algo de que hablar con sus amigos. Si ese es el caso de su hijo, no convendría que manejara el asunto como lo haría si se enterara de que realmente le atrae el juego por sus escenas sangrientas o eróticas (Colosenses 4:6).

Pero ¿y si es así? ¿Qué hará si a su hijo le atraen los aspectos negativos del juego?
Algunos jóvenes enseguida se excusan diciendo que la violencia extrema no les afecta. Afirman: “No porque lo haga en el juego lo voy a hacer en la vida real”. Si así es como piensa su hijo, pídale que lea Salmo 11:5.

Como aclara este versículo, no solo los violentos reciben la desaprobación divina, sino también quienes aman la violencia. El mismo principio es aplicable a la inmoralidad sexual y a cualquier otro pecado que la Biblia condene (Salmo 97:10).

Algunos expertos recomiendan lo siguiente:
No permita que sus hijos jueguen en un lugar aislado, como el dormitorio.

Póngales reglas (por ejemplo, no los deje jugar si no han terminado sus tareas escolares, su cena, o cualquier otra actividad importante).

Ayúdeles a entender los beneficios de participar en actividades que requieran ejercicio físico.

Vigile a sus hijos mientras juegan, o mejor aún, juegue con ellos de vez en cuando.

Por supuesto, para aconsejar a sus hijos sobre el entretenimiento, usted debe dar buen ejemplo. Así que, pregúntese: “¿Qué programas y películas veo yo?”. No le quepa la menor duda: si no se rige por las mismas normas que impone a sus hijos, ellos se darán cuenta enseguida.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! de Agosto del 2008.
Para complementar el tema lea: "Enséñeles a navegar seguros por Internet"Ambos editados por los testigos de Jehová.

miércoles, 23 de julio de 2014

¿Cómo puedo concentrarme?

Los jóvenes preguntan...

“Pasé años sentado en las reuniones sin sacarles mucho provecho; sencillamente me distraía.”—Matthew.

¿HAS estado alguna vez sentado en clase o en una reunión cristiana y, de pronto, te has dado cuenta de que no tienes ni idea de lo que se está hablando? Pues bien, si a veces tu imaginación tiende a vagar, no eres el único. Como se indicó en un artículo anterior, la dificultad para mantener la atención por períodos prolongados es común entre los jóvenes. No obstante, con un poco de esfuerzo y un cambio de actitud puedes aprender a aumentar tu capacidad de concentración.

Interésate
Piensa en un atleta profesional. “Todo hombre que toma parte en una competencia ejerce autodominio en todas las cosas”, dice el apóstol Pablo. Si el atleta se distrae aunque solo sea un momento, puede perder el juego. Para ganar, debe aprender a concentrarse, pasando por alto el clamor de la multitud, no haciendo caso del dolor y el agotamiento, rechazando cualquier pensamiento de fracaso.

Ahora bien, ¿qué motiva a los atletas a hacer un esfuerzo tan extraordinario? Según Pablo, lo hacen “para obtener una corona corruptible”, a saber, los premios y trofeos que se otorgan a los ganadores (1 Corintios 9:25).

De igual manera, tienes que tener motivos para prestar atención. El libro Study Is Hard Work (El estudio es trabajo arduo), de William H. Armstrong, declara: “Es obligación del estudiante estar interesado. Nadie puede interesarse por él ni acrecentar su interés a menos que él quiera”.

El conocimiento es la clave para comprender el mundo que te rodea. Cuanto más sepas, más aprenderás. “Para el entendido el conocimiento es cosa fácil”, afirma Proverbios 14:6. Puede que no recuerdes todo lo que aprendas en la escuela, pero al menos esta te ayuda a nutrir y cultivar la capacidad de pensar (compáralo con Proverbios 1:4). Adquirir disciplina mental y poder de concentración te beneficiará toda la vida.

Alumnos aburridos y maestros aburridos
Algunos adolescentes se quejan de que hasta los maestros parecen mostrar falta de interés. Un joven llamado Jesse dice: “Los profesores se colocan al frente, dicen algo, te ponen tarea y ya terminan la clase. Pienso que son negligentes. Si ellos no le dan importancia a su materia, no vemos la necesidad de prestar atención”.

¿Debes concluir, entonces, que atender en clase es una pérdida de tiempo? No necesariamente. Puede ser que muchos educadores sencillamente se hallen atrapados en un círculo vicioso. Un adolescente de nombre Collin explica: “Como nadie les presta atención, los profesores creen que nadie quiere aprender y no le ponen energía ni entusiasmo a la enseñanza”.

Aunque no lo creas, tú puedes contribuir a romper dicho círculo. ¿Cómo? Prestando atención. Un solo estudiante interesado puede ser todo lo que necesite un profesor aburrido para renovar el interés en su trabajo. Es verdad que algunos docentes carecen de la habilidad para cautivar la atención de la clase. Pero antes de que dejes que tu imaginación se ponga a fantasear, pregúntate: “¿Sabe el profesor de lo que está hablando?”. Si es así, resuélvete a aprender algo de él.

Escucha con atención. ¡Concéntrate! Participa en las discusiones en clase. Haz preguntas pertinentes. El libro How to Study in High School (Cómo estudiar en la secundaria) dice: “A muchos estudiantes les resulta útil copiar los gráficos, las palabras, las tablas, las definiciones y las ideas principales que el maestro escribe en el tablero o que destaca de alguna otra manera”.

Presta “más de la acostumbrada atención”
Sin embargo, hay mucho más en juego cuando se trata de escuchar en las reuniones cristianas. Jesse admite: “A veces los jóvenes no atienden en las reuniones porque no se dan cuenta de lo importantes que estas son”. En Hebreos 2:1 se nos manda que “prestemos más de la acostumbrada atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca se nos lleve a la deriva”.

Después de asistir a una reunión de la congregación, ¿puedes recordar algo de cada presentación? ¿O a veces ni siquiera recuerdas quiénes tuvieron parte en el programa?

De nuevo, es cuestión de ver la importancia de lo que estás aprendiendo. ¡Es tu propia vida lo que está en juego! (Juan 17:3.) Algo más sobre lo cual reflexionar: cuando aprendes de la Biblia, estás aprendiendo a pensar como Dios (Isaías 55:8, 9).

Y cuando aplicas lo que aprendes, estás vistiéndote de lo que la Biblia llama “la nueva personalidad” (Colosenses 3:9, 10). Por otro lado, si no prestas atención, no podrás hacer las mejoras necesarias en tu vida y detendrás tu propio crecimiento espiritual. Jehová sabe que todos somos proclives a distraernos; por eso nos exhorta: “Escúchenme atentamente, [...]. Escuchen, y su alma se mantendrá viva” (Isaías 55:2, 3).

Cómo aprovechar mejor las reuniones
Con todo, escuchar atentamente en las reuniones puede ser difícil al principio. Pero los investigadores afirman que cuanto más practicamos la concentración, más experto se hace el cerebro en esta tarea. Matthew, citado en la introducción del artículo, venció su tendencia a distraerse en las reuniones. Dice: “Me di cuenta de que tenía que disciplinarme para prestar atención.

Después de un tiempo uno mejora y logra concentrarse por períodos más largos”. También especifica el factor que considera más importante para disfrutar de las reuniones: “Estudio con antelación”. Una joven de nombre Charese dice algo parecido: “Cuando estoy preparada, me siento más parte de la reunión. Los discursos parecen más profundos y tienen mayor significado para mí”.

Rechazar los pensamientos que distraen es igualmente importante. Cierto, puede que tengas preocupaciones legítimas: el examen que debes hacer la semana entrante, un conflicto de personalidades que te causa tensión, algún gasto futuro que debes cubrir. Pero Jesús dio el siguiente consejo: “¿Quién de ustedes, por medio de inquietarse, puede añadir un codo a la duración de su vida? Por lo tanto, nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes. Suficiente para cada día es su propia maldad” (Mateo 6:27, 34).

El concentrarte en las reuniones de congregación no hará desaparecer tus problemas, pero sí te ayudará a renovarte espiritualmente para que puedas bregar con ellos (compáralo con 2 Corintios 4:16).

Escuchar atentamente favorece la concentración. Dice Matthew: “Trato de anticiparme a lo que el orador dirá en su discurso, y entonces veo cómo lo hace”. Pregúntate: “¿Cuáles son las ideas principales que se van a tratar? ¿Cómo puedo utilizar lo que se está enseñando?”. Adelantarte a lo que el orador dirá a continuación puede ayudar a que te concentres.

Trata de seguir su razonamiento. Fíjate en los argumentos bíblicos que emplea. Reflexiona en las ideas principales y resúmelas. Toma apuntes breves y significativos. Cuando se pida al auditorio que participe, hazlo. Así mantendrás la mente ocupada y evitarás ponerte a pensar en otra cosa.

Hay que reconocer que no es fácil escuchar a un orador carente de entusiasmo o cuya presentación no tenga vida. Recuerda la opinión que expresaron algunos cristianos del siglo I sobre la oratoria de Pablo: “Su presencia en persona es débil, y su habla desdeñable” (2 Corintios 10:10). Mas Pablo respondió a tal crítica diciendo: “Aunque yo sea inexperto en el habla, ciertamente no lo soy en conocimiento” (2 Corintios 11:6).

En efecto, si quienes escuchaban a Pablo hubieran mirado más allá de su oratoria y se hubieran centrado en la sustancia de su mensaje, habrían aprendido muchas de “las cosas profundas de Dios” (1 Corintios 2:10). De igual manera, tú puedes aprender hasta de un orador monótono si te concentras y escuchas. ¿Quién sabe? A lo mejor menciona un matiz de significado o aplica un texto bíblico de una forma que nunca se te había ocurrido.

Las palabras de Jesús en Lucas 8:18 sintetizan muy bien el asunto: “Presten atención a cómo escuchan”. De acuerdo, concentrarte en vez de distraerte exige esfuerzo y práctica; pero con el tiempo cosecharás los beneficios. Aprender a concentrarse se traduce en mejores calificaciones y, lo que es más importante, en crecimiento espiritual.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Septiembre de 1998. Para complementar el tema lea: ¿Cómo puedo cumplir a tiempo con mis deberes?. Ambos editados por los testigos de Jehová.

martes, 22 de julio de 2014

¿Por qué no puedo concentrarme?

Los jóvenes preguntan...
“A veces sucede accidentalmente. Estoy escuchando en una reunión de la congregación y, de pronto, mi mente empieza a vagar. Diez minutos después estoy de vuelta.”—Jesse.

“¡PRESTA ATENCIÓN!” ¿Te repiten esto con frecuencia tus maestros o tus padres? Si es así, entonces quizás tengas un problema de concentración. Es probable que tus calificaciones se vean afectadas por ello, y que otros te miren con recelo y rehúyan tu compañía pensando que estás bajo el efecto de las drogas o que simplemente eres un maleducado.

Más importante aún, la incapacidad para prestar atención tiene un impacto negativo en tu espiritualidad. Al fin y al cabo, la propia Biblia manda: “Presten atención a cómo escuchan” (Lucas 8:18). De hecho, a los cristianos se les ordena ‘prestar más de la acostumbrada atención’ a los asuntos espirituales (Hebreos 2:1). Y si te cuesta concentrarte, será difícil que sigas este consejo.

¿Cuál pudiera ser la raíz del problema? En algunos casos la falta de concentración puede derivar de un desequilibrio físico. Algunos investigadores creen, por ejemplo, que el trastorno por déficit de atención se debe a una disfunción de los sistemas neurotransmisores del cerebro.

Hay jóvenes que tienen problemas médicos no diagnosticados, como pérdida de la audición o de la vista, que también pueden obstaculizar la capacidad de concentración. Los investigadores han descubierto que a los jóvenes, en general, les cuesta mucho más concentrarse que a los adultos. De modo que la falta de atención es común entre los jóvenes y raras veces obedece a trastornos médicos.

Tus patrones de pensamiento están cambiando
Si se te dificulta concentrarte, lo más probable es que estés experimentando los dolores del crecimiento. El apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo; pero ahora que he llegado a ser hombre, he eliminado las cosas características de pequeñuelo” (1 Corintios 13:11). En efecto, al acercarte a la edad adulta, tus patrones de pensamiento cambian.

Según el libro Adolescent Development (Desarrollo del adolescente), ‘en las primeras etapas de la adolescencia surgen nuevas facultades conceptuales’. Adquieres la capacidad para comprender y analizar conceptos y pensamientos abstractos; empiezas a tener un entendimiento más amplio de la moral, la ética y otras cuestiones profundas; comienzas a pensar en tu futuro como un adulto.

¿Cuál es el problema? Que todos estos pensamientos, ideas y conceptos nuevos que rondan en tu cabeza pueden distraerte mucho. Ya no piensas al estilo sencillo y básico de un niño; ahora tu cerebro te impele a analizar y cuestionar lo que ves y oyes. El comentario de un maestro o un orador puede hacer que emprendas una emocionante excursión mental. Pero, a menos que aprendas a controlar tus pensamientos, te perderás información valiosa.

Llama la atención el que la Biblia diga que el justo Isaac pasaba tiempo meditando tranquilamente (Génesis 24:63). Apartar algún tiempo todos los días para sentarte, reflexionar y organizar tus pensamientos puede contribuir a que te concentres más en otras ocasiones.

Emociones y hormonas
Tus emociones también pueden ser una fuente de distracción. Aunque tratas de concentrarte en lo que estás leyendo o escuchando, descubres que estás pensando en otras cosas. Oscilas entre el aburrimiento y el entusiasmo, entre la depresión y la euforia. Pues bien, ¡tranquilízate! No es que estés volviéndote loco. Con toda probabilidad, es simplemente que tus hormonas te están trastocando.

Estás experimentando los cambios de la pubertad.
Kathy McCoy y Charles Wibbelsman escriben: “Los sentimientos abundan en los años de la adolescencia [...]. El carácter temperamental, hasta cierto punto, forma parte de ser adolescente. Parte de ello tiene que ver con la tensión que provocan los cambios que estás experimentando ahora mismo”. Además, te aproximas a “la flor de la juventud”, el tiempo en que el deseo sexual alcanza su punto máximo (1 Corintios 7:36).

La escritora Ruth Bell dice: “Las modificaciones corporales de la pubertad suelen ir acompañadas de fuertes sensaciones sexuales. Quizás descubras que piensas más en la sexualidad, que te excitas más fácilmente y que a veces incluso estás absorto en asuntos sexuales”.

Jesse, citado en la introducción de este artículo, experimenta las divagaciones mentales típicas entre los adolescentes: “A veces pienso en las muchachas o en algo que me preocupa o en lo que voy a hacer más tarde”. Con el tiempo, esta tormenta de emociones se calmará. Entre tanto, cultiva la autodisciplina. El apóstol Pablo escribió: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo” (1 Corintios 9:27). Cuanto más aprendas a controlar tus emociones, más fácilmente podrás concentrarte.

Tus hábitos de sueño
Como tu cuerpo está en etapa de crecimiento, precisas dormir lo suficiente para que te desarrolles físicamente y para permitir que tu cerebro organice la multitud de conceptos y emociones nuevos con que te encuentras a diario. Sin embargo, muchos adolescentes tienen una agenda tan apretada que les deja poco tiempo para dormir.

Cierto neurólogo comenta: “El organismo no olvidará las horas de sueño que una persona le debe. Por el contrario, siempre las recordará y le pasará súbitamente una cuenta que puede traducirse en fallos de la memoria, problemas de concentración y lentitud de pensamiento”.

Algunos investigadores creen que el simple hecho de añadir una hora o más de sueño cada noche puede aumentar considerablemente la capacidad de concentración. Es cierto que la Biblia condena la pereza y el amor al sueño (Proverbios 20:13). No obstante, es muestra de sensatez descansar lo suficiente para que el cuerpo funcione de forma satisfactoria (Eclesiastés 4:6).

Dieta y concentración
Otro problema puede ser la dieta. Los alimentos grasosos y azucarados son muy populares entre los adolescentes. Según los investigadores, aunque la comida basura tenga un sabor muy agradable, parece que reduce la agudeza mental. Los estudios indican asimismo que el rendimiento mental disminuye tras la ingestión de carbohidratos, como el pan, los cereales, el arroz o la pasta.

Ello tal vez se deba a que los carbohidratos elevan los niveles cerebrales del compuesto químico llamado serotonina y hacen que a la persona le dé sueño. Algunos nutricionistas sugieren comer alimentos ricos en proteínas antes de realizar cualquier actividad mental.

La televisión y la generación de las computadoras
Por años, los educadores han creído que la televisión y sus imágenes de movimiento rápido acortan la capacidad de concentración de los jóvenes, y algunos culpan también a los terminales de computadora. Aun cuando los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre los verdaderos efectos de estos inventos modernos en la juventud, pasar una cantidad excesiva de tiempo mirando la televisión o divirtiéndote con juegos de computadora no puede ser saludable.

Un joven admite: “Cosas como los videojuegos, las computadoras e Internet nos condicionan a los jóvenes a conseguir rápidamente lo que queremos”.
El problema es que muchas cosas en la vida solo se obtienen con esfuerzo, perseverancia y con la tradicional paciencia (compárese con Hebreos 6:12; Santiago 5:7).

Por lo tanto, no debes suponer nunca que las cosas tienen que ser veloces y entretenidas para ser de valor. Aunque ver la televisión y jugar juegos de computadora resulte divertido, ¿por qué no pintas, o dibujas, o aprendes a tocar un instrumento musical? Estas destrezas pueden aumentar tu capacidad de concentración.Según los investigadores, la comida basura parece que reduce la agudeza mental.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Julio de 1998. Para complementar el tema lea: "¿Debería dejar de estudiar?". Ambos editados por los testigos de Jehová.

lunes, 21 de julio de 2014

Se puede afrontar el estrés

“En la vida nunca nos faltará el estrés, así que en vez de tratar de eliminarlo, lo importante es saber reaccionar ante este.”—Leon Chaitow, afamado escritor sobre salud.

LA BIBLIA predijo que en “los últimos días” habría “tiempos críticos, difíciles de manejar”. La realidad actual muestra que vivimos en esa etapa, pues conforme a la profecía, los seres humanos son “presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo” (2 Timoteo 3:1-5).

No es de extrañar que cueste tanto mantener un mínimo de serenidad. Hasta quienes procuran vivir en paz se ven afectados. “Son muchas las calamidades del justo”, escribió el salmista David (Salmo 34:19; compárese con 2 Timoteo 3:12). Con todo, puede hacer mucho para aminorar la tensión y evitar que le abrume. Examine varios consejos.

Cuídese

Vigile la dieta. Un régimen alimenticio saludable incluye proteínas, frutas, verduras, cereales, legumbres y lácteos. Vigile la harina blanca y las grasas saturadas. Cuidado con la sal, el azúcar refinado, el alcohol y la cafeína. Si mejora la dieta, posiblemente sea menos vulnerable al estrés.

Haga ejercicio.
“El entrenamiento corporal es provechoso”, señala la Biblia (1 Timoteo 4:8). Hacer ejercicio con moderación y regularidad —hay quien recomienda tres veces por semana— fortalece el corazón, mejora la circulación, baja el nivel de colesterol y reduce la posibilidad de sufrir un ataque cardíaco. Lo que es más, fomenta la sensación de bienestar, probablemente por la liberación de endorfinas durante el esfuerzo.

Duerma lo suficiente.
La falta de sueño produce agotamiento y disminuye la capacidad de afrontar la tensión. Si se le hace difícil dormir, trate de acostarse y levantarse siempre a la misma hora. Algunos expertos recomiendan que las siestas no superen los treinta minutos para que no le impidan tener una buena noche de descanso.

Organícese. Quienes programan bien el tiempo son mucho más capaces de afrontar el estrés. Antes de hacer planes, determine primero los asuntos prioritarios. Luego, elabore un horario a fin de no descuidarlos (compárese con 1 Corintios 14:33, 40 y Filipenses 1:10).

Cultive relaciones sanas
Pida apoyo.
Cuando se enfrentan a situaciones difíciles, las personas integradas en un círculo social disfrutan de cierta protección contra el agobio. Disponer siquiera de un amigo íntimo con quien sincerarse supone una gran diferencia. Dice un proverbio bíblico: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).

Resuelva los conflictos. “No se ponga el sol estando ustedes en estado provocado”, escribió el apóstol Pablo (Efesios 4:26). Un estudio con 929 sobrevivientes de infartos demuestra lo sabio que es arreglar las diferencias cuanto antes y no guardar rencor. Los que tenían niveles altos de hostilidad corrían un riesgo tres veces mayor de morir de un paro cardíaco al cabo de diez años del primer ataque, que los más apacibles.

Los autores del estudio señalan que, si bien parece que la ira es el factor más fuerte, puede tener las mismas consecuencias toda emoción negativa intensa que desencadene la emisión en grandes cantidades de hormonas productoras de estrés. “Los celos son podredumbre a los huesos”, afirma Proverbios 14:30.

Saque tiempo para la familia. Dios mandó a los padres israelitas que pasaran tiempo con sus hijos y les inculcaran en el corazón buenos principios (Deuteronomio 6:6, 7). De este modo se formaba un vínculo que fomentaba la solidaridad familiar, cualidad que, lamentablemente, no abunda hoy en día.

Un estudio reveló que, de promedio, algunos matrimonios en los que ambos cónyuges trabajan solo dedican tres minutos y medio diarios a jugar con los hijos. Pero lo cierto es que su familia puede ayudarle muchísimo a afrontar el estrés. “La familia nos convierte incondicionalmente a cada uno de nosotros en miembros privilegiados de un grupo de apoyo emocional, que conoce quiénes somos realmente y aun así nos quiere”, afirma cierto libro sobre el estrés. “Trabajar en familia es una de las mejores maneras de reducir el estrés.”

Viva con equilibrio

Sea razonable.
Quienes se esfuerzan siempre al límite de sus facultades físicas y mentales son muy proclives al agotamiento y hasta la depresión. El equilibrio es esencial. “La sabiduría de arriba es razonable”, escribió el discípulo Santiago (Santiago 3:17; compárese con Eclesiastés 7:16, 17 y Filipenses 4:5). Aprenda a decir que no cuando le pidan algo que no pueda razonablemente asumir.

No se compare con los demás.
Como dice Gálatas 6:4, “cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona”. Ni siquiera Dios hace comparaciones desfavorables en lo tocante a la adoración, ni pide a nadie más de lo que le permiten sus circunstancias. Acepta nuestras dádivas y sacrificios ‘según lo que tenemos, no según lo que no tenemos’ (2 Corintios 8:12).

Saque tiempo para el ocio. Hasta Jesús, que era muy industrioso, sacó tiempo para descansar junto con sus discípulos (Marcos 6:30-32). El escritor inspirado de Eclesiastés también expuso los beneficios del ocio sano: “Yo mismo encomié el regocijo, porque la humanidad no tiene nada mejor bajo el sol que comer y beber y regocijarse, y que esto los acompañe en su duro trabajo durante los días de su vida, que el Dios verdadero les ha dado bajo el sol” (Eclesiastés 8:15). Los placeres equilibrados vigorizan el cuerpo y contribuyen a contrarrestar el estrés.

Adopte un enfoque realista del estrés


Cuando se vea ante circunstancias estresantes:
No deduzca que Dios lo desaprueba. La Biblia dice que la fiel Ana estuvo durante años “amargada de alma” (“muy angustiada”, La Biblia de las Américas) (1 Samuel 1:4-11). En Macedonia, Pablo no tuvo sino “inquietudes por todas partes” (2 Corintios 7:5, El Nuevo Testamento original).

Antes de morir, Jesús ‘entró en agonía’, con tanta tensión que “su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo” (Lucas 22:44). Todos ellos fueron siervos fieles de Dios. Por tanto, si nos encaramos al estrés no tenemos por qué concluir que Dios nos ha abandonado.

Hay informes de sudor sanguinolento en ciertos casos de tensión mental extrema. En la hematidrosis, por ejemplo, se transpira sudor teñido de sangre, pigmento sanguíneo, o fluido corporal mezclado con sangre. No obstante, es imposible determinar qué ocurrió exactamente en el caso de Jesús.

Aprenda de las circunstancias angustiosas. Pablo escribió que tenía que soportar “una espina en la carne”, por lo visto una afección que le afligía mucho (2 Corintios 12:7). Pero unos cinco años después pudo decir: “En toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad. Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:12, 13). No disfrutaba teniendo “una espina en la carne”, pero al sobrellevarla aprendió a apoyarse aún más en la fuerza que Dios le daba (Salmo 55:22).

Cultive la espiritualidad
Lea y medite la Palabra de Dios. “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”, dijo Jesús (Mateo 5:3). Es esencial leer y meditar la Palabra de Dios. No es raro que al escudriñar las Escrituras hallemos las palabras de ánimo que precisamos para sobrellevar el día (Proverbios 2:1-6). “Cuando mis pensamientos inquietantes llegaron a ser muchos dentro de mí —escribió el salmista—, tus propias consolaciones[, oh Dios,] empezaron a acariciar mi alma.” (Salmo 94:19.)

Ore con frecuencia. Pablo escribió: “Dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7). Sí, “la paz de Dios” puede trascender el sentimiento de angustia y estabilizarlo, aun si para ello es preciso “poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7).

Asista a las reuniones cristianas. La congregación cristiana nos brinda una valiosa red de apoyo, pues a sus integrantes se nos insta a ‘considerarnos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes y animarnos unos a otros’. Con razón recomendó el apóstol Pablo a los cristianos del siglo primero que no ‘abandonaran el reunirse’ (Hebreos 10:24, 25).

El estrés y la cirugía
Algunos médicos toman en cuenta el nivel de tensión del paciente antes de llevarlo al quirófano. Por ejemplo, el doctor Camran Nezhat, cirujano, señala:
 
“Si alguien que debe someterse a una operación me dice que ese día siente pánico y no quiere pasar por ella, cancelo la intervención.” ¿Por qué? Nezhat explica el motivo: “Cualquier cirujano sabe que las personas que están muy asustadas tienen problemas durante la operación. Sufren hemorragias abundantes y más infecciones y complicaciones. Tardan más tiempo en recuperarse. Es mucho mejor si están serenas”.

Una esperanza segura
Hay que reconocer que no existe una fórmula simple para aminorar la tensión. A menudo hay que cambiar radicalmente de actitud. Por ejemplo, tal vez tengamos que aprender nuevas formas de reaccionar ante las circunstancias para no abrumarnos. En ocasiones, quizás se requiera atención médica competente en vista de la frecuencia o la intensidad del estrés.

Claro, hoy no existe nadie que viva totalmente libre de tensiones negativas. Sin embargo, la Biblia nos promete que se aproxima el día en que Dios dará atención a los seres humanos y eliminará las condiciones que tanto los estresan. En Revelación (Apocalipsis) 21:4 leemos que Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. Más adelante, la humanidad fiel morará en seguridad, como vaticinó el profeta Miqueas:

“Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de marzo de 1998. Para complementar el tema lea: "Cómo combatir el agotamiento". Ambos editados por los testigos de Jehová.

sábado, 19 de julio de 2014

La amistad con Jehová (Cantico 106) Versión infantil

(Basado en el Salmo 15)
 
¿Quién gozará, Jehová,
de tu gran amistad?

¿Quién en tu tienda se hospedará?
¿Quién tu favor tendrá?

El que confía en ti
y en tu Palabra fiel,

el que habla siempre con la verdad
y a todos hace el bien.

¿Quién logrará, Señor,
ante tu trono estar?
¿Quién de alegría y felicidad
tu alma llenará?


El que anda en tu ley
y honra a tu nombre da,
el que procede con rectitud
y huye de la maldad.


Sobre tus hombros, yo
mi carga arrojaré.
En ti mi alma esperará,
miedo no sentiré.


Tu amistad, Jehová,

gloria y deleite es.
Como un tesoro la guardaré.
¡De ti jamás me iré!

Descarga del sitio oficial de los testigos de Jehová. (Véanse también Sal. 139:1; 1 Ped. 5:6, 7.)

viernes, 18 de julio de 2014

Respeto piadoso por la sangre (Segunda parte)

En la congregación cristiana

¿Puede usted visualizar una sala grande en la Jerusalén del primer siglo? Reunidos allí están los apóstoles de Jesús y otros ancianos de la congregación cristiana. ¿Qué tema están considerando? Pablo y Bernabé han venido de Antioquía para presentarles un problema que ha surgido allí respecto a la circuncisión. Aquel concilio decide que no es necesario que los cristianos recién convertidos sean circuncidados en la carne. (Hechos 15:1, 2, 6, 13, 14, 19, 20.)

Al declarar esta decisión, el cuerpo gobernante de aquel entonces repasó varios requisitos que todavía estaban vigentes para los cristianos. Dijo: “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas que retienen la sangre, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”. (Hechos 15:28, 29.)

Así que la idolatría, el comer sangre y la fornicación están en el mismo plano religioso. Los cristianos tienen que abstenerse de todas estas cosas para conservar la buena salud espiritual y participar en el cumplimiento de las promesas de Dios.

Con relación a la sangre, sea que esta se coma por la boca, o se transfunda por las venas, el propósito es el mismo: sostener y alimentar al cuerpo. Como el cuerpo gobernante claramente lo indicó, el no abstenerse de la sangre es una violación de la ley de Dios.

La propagación actual del SIDA, la hepatitis y otras enfermedades mediante las transfusiones de sangre es indicación de que la buena salud física a menudo envuelve también el obedecer las leyes de Dios. En tiempos bíblicos, Dios dio leyes específicas a Israel respecto a la dieta, la cuarentena, la higiene y medidas sanitarias que eran muy adecuadas para su estadía en el desierto. (Levítico 11:2-8; 13:2-5; Deuteronomio 23:10-13.)

Al obedecer aquellos preceptos, Israel no solo mantenía una estrecha relación espiritual con su Dios, sino que también se salvaguardaba físicamente de las enfermedades que plagaban a las naciones vecinas. Ha sido tan solo desde el siglo pasado que los médicos han empezado a comprender la sabiduría práctica tras algunas de aquellas leyes. Muchos de ellos también están llegando a reconocer que la ley de Dios respecto a la sangre tiene sentido.

Cuando Israel obedecía, Dios cumplía su promesa: “Si escuchas estrictamente la voz de Jehová tu Dios y haces lo que es recto a sus ojos y verdaderamente prestas oído a sus mandamientos y guardas todas sus disposiciones reglamentarias, no pondré sobre ti ninguna de las dolencias que puse sobre los egipcios; porque yo soy Jehová que te está sanando”. Más importante aun, la obediencia mantuvo a Israel en vías de recibir futuras bendiciones del Reino. (Éxodo 15:26; 19:5, 6.)

Los testigos de Jehová aprecian los muchos beneficios que la medicina moderna provee. Por ejemplo, cuando una bomba destruyó un Salón del Reino cerca de Sydney, Australia, y más de 50 Testigos heridos fueron llevados de prisa a un hospital cercano, estos estaban agradecidos de que los médicos tuvieran disponible un abundante suministro de fluidos no sanguíneos para hacer transfusiones. Todos los heridos sobrevivieron.

Podían estar agradecidos de que hubiera estas transfusiones que no violaban los preceptos de Jehová. Para mencionar otra ventaja, ninguno de ellos estuvo en peligro de ser infectado por enfermedades que pueden ser transmitidas por la sangre.

“Limpio de la sangre de todo hombre”

Sin embargo, dirijamos la atención de nuevo al primer siglo. Han transcurrido unos siete años desde que Pablo y Bernabé oyeron a Santiago anunciar la prohibición sobre la idolatría, la sangre y la fornicación. Durante ese tiempo Pablo ha hecho dos viajes misionales por Asia Menor, y hasta la Europa Oriental. Ahora, en su viaje de regreso por Mileto, tiene la oportunidad de hablar con los ancianos de Éfeso, quienes han venido a encontrarse con él allí.

Pablo les recuerda que cuando estuvo entre ellos no se retrajo de ‘servir como esclavo al Señor con la mayor humildad mental y con lágrimas y con pruebas’. ¿Somos nosotros hoy día igualmente abnegados al dar cuanto podamos en el servicio de Jehová? Debemos serlo. (Hechos 20:17-19.)

¿Cómo efectuó Pablo ese servicio? Testificaba dondequiera que hallaba a las personas, principalmente en sus hogares, prescindiendo de los antecedentes religiosos de ellas. Pablo no se había retraído de dar instrucción a aquellos ancianos, y sin duda lo habían acompañado cuando él enseñaba “públicamente y de casa en casa”.

Ellos no fueron los únicos que se beneficiaron del celoso ministerio de Pablo, pues él había ‘dado testimonio cabalmente, tanto a judíos como a griegos, acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús’. Note la palabra “cabalmente”. ¿Nos cercioramos nosotros cabalmente hoy día de que toda clase de personas y grupos étnicos reciban el testimonio? (Hechos 20:20, 21; Revelación 14:6, 7.)

La palabra “cabal” también aparece en la siguiente declaración de Pablo: “No hago mi alma de valor alguno como preciada para mí, con tal que termine mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio cabal de las buenas nuevas de la bondad inmerecida de Dios”. (Hechos 20:24.) Así que su alma, o vida, no sería de valor alguno si no cumplía con su ministerio. ¿Es así como nos sentimos nosotros tocante a nuestro ministerio?

A medida que estos últimos días van llegando rápidamente a su conclusión, y las tensiones, las persecuciones, las enfermedades, o la edad avanzada nos afligen, ¿continuamos desplegando un espíritu como el de Pablo al buscar cabalmente las casas ‘merecedoras’? (Mateo 10:12, 13; 2 Timoteo 2:3, 4; 4:5, 7.)

Pablo no esperaba ver de nuevo a aquellos ancianos de Éfeso. Sin embargo, con plena confianza pudo decirles esto: “Los llamo para que este mismo día sean testigos de que estoy limpio de la sangre de todo hombre”. ¿En qué sentido? Pablo no había derramado sangre en guerra. Él no había comido sangre. Pero estaba muy interesado en la vida de los demás, que era representada por la sangre de ellos. Él no quería que perdieran la vida en el Día del Juicio de Dios por no haberles dado un testimonio cabal. Pablo no se había retraído de decirles a aquellos ancianos y a otras personas “todo el consejo de Dios”. (Hechos 20:26, 27.)

A medida que se acerca la “gran tribulación”, la necesidad de declarar todo el consejo de Dios se hace más urgente que nunca. La situación es similar a la de hace unos 2.600 años cuando la destrucción de Jerusalén era inminente. La palabra de Jehová vino a su profeta Ezequiel, y dijo:

“Hijo del hombre, atalaya es lo que te he hecho a la casa de Israel, y tienes que oír habla de mi boca y tienes que advertirles de mi parte. Cuando yo diga a alguien inicuo: ‘Positivamente morirás’, y tú realmente no le adviertas y hables para advertir al inicuo de su camino inicuo para conservarlo vivo, por ser él inicuo, en su error morirá, pero su sangre la reclamaré de tu propia mano”. (Ezequiel 3:17-21; 33:7-9.)

Los siervos ungidos de Jehová y sus compañeros de la “gran muchedumbre” cargan con una responsabilidad similar hoy día. Nuestro testimonio debe ser cabal. Así, durante el día de la venganza de Dios, alcanzaremos la salvación junto con las personas que nos escuchen. (Isaías 26:20, 21; 1 Timoteo 4:16; Revelación 7:9, 14, 15.)

En lo que tiene que ver con la neutralidad cristiana, abstenerse de la sangre, dar un testimonio cabal y ejercer fe en el precioso sacrificio de Jesús, que cada uno de nosotros esté resuelto a obedecer todo el consejo de Dios. Así, podremos participar en el gozoso cumplimiento del Salmo 33:10-12, que dice: “Jehová mismo ha desbaratado el consejo de las naciones; ha frustrado los pensamientos de los pueblos. Hasta tiempo indefinido el mismísimo consejo de Jehová subsistirá. Feliz es la nación cuyo Dios es Jehová”.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Septiembre de 1986. Para complementar el tema lea ¿Por qué no aceptan transfusiones de sangre los testigos de Jehová?.