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domingo, 14 de julio de 2013

La historia de Alicia,


La historia de Alicia
Miembro de cocainómanos anónimos

Empecé a consumir drogas cuando tenía más o menos catorce años. Todo me aterrorizaba, y las drogas y el alcohol hacían que no tuviera miedo. Llegué a un punto, cuando tenía cerca de veinticinco años, en el que no había nada más en mi vida aparte de las drogas y el alcohol. Tomaba drogas y luego alcohol para volver a aterrizar. Utilizaba cocaína, acido, éxtasis, todo tipo de drogas, pero lo que realmente me engancho fue el crack; lo consumí durante ocho meses. Me ponía a conducir calle abajo con el deseo de estrellarme contra un muro, pero como tengo un hijo, no lo podía hacer.

En vez de eso, me destroce a mí misma. Tenía un negocio de masajes terapéuticos y decidí que si no respondía a mi celular no tendría que trabajar. Después, pensé que si no tuviera automóvil no tendría que conducir, de modo que vendí mi automóvil de ocho mil dólares por cinco piedras de crack. No deseaba nada mas, solo quería drogarme. El momento decisivo llego una noche en una habitación de hotel, donde estaba preparando crack con una amiga. Había ido a un par de encuentros de Cocainómanos Anónimos, y algunas de las cosas que oí hicieron mella en mí. Aunque nunca me había quedado durante todo un encuentro, tenía esa sensación dentro de mí de que ya había tenido bastante. Así que cuando mi amiga me dijo: Vamos por mas crack-, salí con ella por su automóvil, pero me pare y le dije -Yo ya he tenido suficiente- Y entonces pensé: -¿De dónde me salió eso?-


Volví a casa de mi madre; ella me abrazo, y me dijo: -¿Ya has tocado fondo?- Yo solo la mire, y le dije: -No sé qué es lo que he hecho, pero tengo mucho miedo- Así que empecé a acudir con mayor frecuencia a los encuentros de Cocainómanos Anónimos, y me quedaba hasta el final; a veces iba a tres o hasta cuatro veces en un mismo día. Ya fuera Cocainómanos Anónimos, Alcohólicos Anónimos, o cualquiera que encontrara.


Nueve días más tarde fui a un centro de tratamiento a las adicciones donde hay gente con los mismos problemas que se ayudan unos a otros, y donde has personas que acuden a decir su experiencia. Un chico nos conto la historia de -el adicto en el agujero-:


Hay un adicto y está en un agujero. Un foso. Y él esta gritando para que la gente le ayude. Pasa un sacerdote, y el adicto grita: -¡Ayúdame! ¡Ayúdame a salir de este agujero!- El sacerdote le arroja una cuerda, y el adicto salta una y otra vez, pero no puede alcanzarla. Así que el sacerdote se encoge de hombros y se marcha. Poco después pasa un medico, y el adicto grita: -¡Ayúdame! ¡Ayúdame a salir de este agujero!- El médico le arroja otra cuerda, y el adicto nuevamente trata de alcanzarla pero no puede. El médico al igual que el sacerdote se encoge de hombros y se aleja.


El hombre desesperado le grita a otro adicto pero que se está rehabilitando y que se encuentra cerca de allí. El adicto que se está rehabilitando salta al foso con él. El primer adicto no lo puede creer y dice: -¿Porque has hecho eso? ¡Ahora estamos los dos atrapados!- Pero el adicto que se está rehabilitando le responde: - Yo he estado aquí, y conozco la salida-


Cuando oí esa historia, me brotaron las lágrimas. Supe que finalmente había encontrado la ayuda adecuada y que podía combatir mi hábito. Después del programa de desintoxicación en el centro contra las adicciones, me hice miembro regular de Cocainómanos Anónimos, lo cual me ha proporcionado una relación con Dios que nunca imagine que pudiera existir; con una constancia en una vida que carecía de todo. Dios existe; para mí existe. En medio de la noche, cuando aun grito y lloro, allí está El conmigo.


Mi madre murió el día después de que completara mi primer año de rehabilitación. Ella llego a verme lucida, y a ver el cambio que Dios había provocado en mi vida. Aunque ella no era adicta a las drogas ni a nada, deseaba para sí misma ese tipo de iluminación. Entonces, cuando ella estaba a punto de morir, lo primero que vi fue una estrella fugaz en el cielo. Entonces pensé: -Estoy viendo una estrella fugaz, y yo voy camino al hospital a ver a mi madre que se está muriendo- Y entonces añadí:


-Hágase tu voluntad-.

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